A partir del primer año
En el caso de Iñaki, al cumplir un año necesitaba 4 mamaderas más grandes de leche materna, armadas a partir de múltiples extracciones. Al mismo tiempo, mostraba cada vez más interés por las comidas, pero con tan pocos alimentos seguros se aburría rápido y comía poco. La lactancia extendida fue, y sigue siendo, la tabla de salvación para sostener su crecimiento en esta etapa.
El desafío del volumen
A esta edad, el niño suele recibir unas 4 mamaderas de leche materna al día, con mayor volumen en cada toma.
El problema es que la madre no alcanza a producir tanto de una sola vez.
Por eso, debe realizar múltiples extracciones diarias, juntar volúmenes parciales y así lograr los mililitros necesarios para cada mamadera.
Esto significa planificación constante, almacenamiento y un esfuerzo diario que recae directamente en la madre, quien además sigue con su propia dieta de exclusión.
El nuevo reto: el gusto por la comida
Al mismo tiempo, el niño comienza a mostrar más interés por comer, observando la mesa familiar y queriendo probar.
Pero con una lista tan corta de alimentos tolerados, aparece otro problema:
Se aburre rápidamente de los mismos sabores y preparaciones.
Rechaza con más facilidad los sólidos, justo cuando más los necesita.
Esto genera angustia en las familias, que sienten que se quedan sin opciones para estimular la alimentación.
El costo invisible
Lo complementario se vuelve esencial: la leche materna sigue siendo el soporte principal.
Demanda extra de la madre: no son más tomas, son menos pero con más volumen, que requieren varias extracciones para completarse.
Choque con la realidad laboral: las licencias por enfermedad del hijo menor de un año terminan, aunque la necesidad de estar disponible para lactancia y cuidados siga intacta.
Frustración en la mesa: el niño quiere comer, pero los alimentos seguros no son suficientes para mantener su interés.